Cómo guiar a los niños a través del duelo

Por Joy Johnson

El abuelo de Lori se estaba muriendo y Lori, de diez años de edad, lo visitaba todas las semanas desde que se enfermó y su madre habló con ella acerca de la enfermedad y la posibilidad de que muriera. A medida que la muerte se acercaba, la madre de Lori comenzó a hacer una lista de cosas para hacer. “Quiero anotar todo lo que necesitamos hacer si el abuelo muere”, le comentó a su hija. “Mamá, la muerte del abuelo no es un si, es un cuando”, respondió Lori, con la sabiduría única de la infancia.

La muerte nunca es un si: siempre es un cuando. Y el cuando de la muerte tocará a todos los niños en algún momento de sus vidas, lo que traerá consigo el dolor que acompaña la pérdida. La muerte y el dolor son más inevitables que el sexo, pero más seguros que los impuestos y el único común denominador de todos los seres humanos. El dolor no es una enfermedad patológica, es parte de nuestra condición humana. Todos sentimos dolor. Todos morimos.

Sin embargo, educar a nuestros hijos sobre la muerte y guiarlos a través del dolor son cosas que se evitan en nuestra sociedad. Como nos sentimos incómodos con el tema, “protegemos” a nuestros niños de lo que bien podría ser la única experiencia de aprendizaje más importante de nuestras vidas. Al protegerlos, les negamos la riqueza y la franqueza que le es exclusiva a esta ocasión y también les negamos la oportunidad de expresar sentimientos honestos. No reconocemos que con la enseñanza a nuestros hijos de la muerte y el dolor, también les enseñamos sobre la vida y la alegría.

Cuando la muerte nos toca

Un capellán que trabaja con adolescentes embarazadas se dio cuenta que el 90 % de las niñas había experimentado un dolor grave el año anterior a su embarazo. Parte de este dolor estaba relacionada con la muerte, y otra parte estaba relacionada con la pérdida de oportunidades (que las expulsaran de la escuela) o la pérdida de una relación amorosa. También observó que las niñas tenían pocas habilidades para salir adelante, poco contacto previo con la muerte o el dolor e instrucciones de los padres de no conversar sobre sus sentimientos. Concluyó que en lugar de conversar sobre sus sentimientos de dolor, los actuaran. Otro capellán, que trabajaba con varones jóvenes que habían cometido un delito grave, descubrió que el 90 % de los niños encarcelados por primera vez habían experimentado un dolor grave el año anterior a su arresto. Su rabia parecía reflejar sus sentimientos reprimidos de dolor. Aunque los niños enfrentan el dolor a su propia manera, guiarlos desde el comienzo puede ser más importante de lo que imaginamos.

Cuando la muerte ocurre en la familia o en algún cercano, los niños recurren a sus habilidades más tempranas para sobrellevar situaciones difíciles. La pérdida y la tristeza son experiencias familiares en la infancia. El miedo a la separación, uno de los sentimientos dominantes expresados cuando alguien en la familia muere, es algo que casi todos los bebés conocen a los pocos meses de edad, y a los dos meses, los niños ya están bien sensibilizados a los sentimientos de tristeza y medidas de consuelo. Estas son las claves a las que los niños recurren cuando se enfrenten con la muerte en una edad posterior. Nuestras alternativas como padres son apoyar de manera silenciosa o participar en el proceso. Con la participación, podemos crear una nueva experiencia de aprendizaje. Podemos reforzar las sanas habilidades para sobrellevar situaciones difíciles, introducir nuevas habilidades y ayudar a nuestros hijos a externalizar y enfrentar los sentimientos profundos que acompañan la pérdida.

Dígalo tal cual es. Cuando hable sobre la muerte con su hijo, es mejor hablar de muerte y no de “desaparecer”, “quedarse dormido” o de estar “lejos” o “perdido”. Cuando las flores se marchitan, no decimos que las flores desparecieron; decimos que se murieron. Las personas, las flores y las macotas de la familia mueren. Una vez que nos acostumbramos a decir la palabra, se vuelve menos aterradora.

Use palabras que su hijo pueda comprender. En el libro Tell Me, Papa (Dime, papá), un tierno abuelo explica la muerte de una manera que se puede entender fácilmente:

Cuando una persona muere, todo lo que hay en su interior se detiene. El corazón se detiene.
La respiración se detiene.
El pensamiento y los sentimientos se detienen.

Cuando una persona está muerta, esta persona no puede pensar sobre las cosas. No pueden sentir ningún dolor.
No pueden sentir frío ni calor.
Cuando estamos muertos, no tenemos más vida en nuestro organismo.

Lo que queda es simplemente el cuerpo…como una cáscara de maní sin el maní. Como la cáscara de una manzana sin manzana.
Como una escuela sin niños.

Dígaselo usted mismo al niño. Cuando muere alguien a quien su hijo quiere, es importante que usted se lo diga a su hijo, de manera simple y honesta. Hágale saber pronto a su hijo que nada es tan aterrador ni tan triste como para no hablarlo juntos. Los niños pueden enfrentar la honestidad con facilidad. Mantenga sus afirmaciones simples y los detalles a un nivel fácil de comprender. Por ejemplo, a un niño pequeño podría decirle: “Tengo malas noticias. La abuela Elle murió hace unos cuantos minutos. ¿Recuerdas que la íbamos a ver cuando estaba en cama? Tenía muchos años y estaba muy enferma, y su cuerpo simplemente dejó de funcionar”. Luego, espere preguntas y esté preparado para que lo sorprendan.

Los niños mayores pueden ver las cosas de manera distinta a como las ven los más pequeños. Sarah era la madre de Cathy de 6 años de edad que tenía leucemia. Julie, la mejor amiga de Cathy también tenía 6 años y también tenía leucemia. Las dos niñas se encontraban regularmente en la clínica para tratar el cáncer, se visitaban una a la otra en sus casas y disfrutaban quedarse juntas en las noches. Cuando Julie murió de manera inesperada, Sarah estaba tremendamente preocupada por la reacción de Cathy. Llamó a la enfermera de oncología, condujo hasta el hospital y preguntó cómo darle la noticia a su hija. La enfermera hizo el papel de Cathy mientras hacían un juego de roles para dar la noticia. Sarah condujo de vuelta a casa preparada para calmar los miedos de Cathy, contener sus lágrimas y aliviar su dolor.

Sentó a Cathy en sus piernas y le dijo: “Cathy, tengo muy malas noticias. Julie se enfermó mucho ayer. Su mamá la llevó al hospital y los médicos y las enfermeras trataron de ayudarla, pero no pudieron hacer que se mejorara. Cathy, Julie murió anoche”.

Cathy miró a su madre durante un minuto. “Uh”, dijo. “¿Qué hicieron con sus juguetes?”. “No había pensado en esa pregunta”, respondió Sarah abrazando a su hija.

Diferentes niños reaccionan ante la muerte de distintas maneras. Pueden pretender que no les interesa o actuar como si la muerte no les hubiera afectado. Generalmente esto significa que están abrumados y necesitan tiempo separar sus sentimientos en su interior. Usted puede apoyar este proceso si le hace saber a su hijo que todas las personas sienten dolor a su propia manera, que está BIEN llorar y que está BIEN jugar, que los sentimientos se deben conversar y que usted estará ahí.

Anime a hacer preguntas. Los niños necesitan saber que sus preguntas son válidas y que son bienvenidas. No espere que todas las preguntas las hagan de una vez, pero note que la invitación a hacerlas puede reducir la ansiedad de su hijo. Los niños muy pequeños, hasta los 5 años de edad, no comprenden que la muerte es permanente. Para ellos, las personas van y vienen. Heather, de tres años de edad, cuya hermana bebé murió a causa del SMSL, hizo muchos dibujos y se los envió por correo a su hermana. Esta fue su delicada manera de dejarla ir.

Los niños entre los 6 y 9 años de edad piensan en la muerte como una persona. Un comentario como “Dios se la llevó” puede sonarle a un niño como que Dios fuera alguien que se lleva personas, como un agente de la muerte. Si su hijo está dentro de este rango de edad y no desea personificar a Dios de esta manera, ahora es el momento de hacerle saber a su hijo que Dios no se lleva a las personas. Una madre dijo, “Besty, supe que el tío Gene dice que Dios se llevó a la abuela. Nosotros creemos que la abuela murió y que luego Dios vino para cuidarla y llevársela al cielo”. Si usted pertenece a una familia de fe, es importante que comparta sus creencias con sus hijos. Hágales saber, aunque sea solo para evitar conceptos erróneos a esta edad, que Dios no tira de cuerdas para mantenernos seguros o para quitarnos la vida, pero que sí nos brinda apoyo amoroso a través de todo lo que enfrentamos.

Comparta sentimientos. Dígale a su hijo cómo se siente usted. Aunque los niños pueden leer a las personas y saber cómo nos sentimos, expresar los sentimientos pone el ejemplo y crea un vínculo. Compartir lágrimas también puede acercarlos; los niños necesitan saber que está bien que los adultos también lloren. Un sentimiento compartido es un sentimiento disminuido. En el libro Where’s Jess? (¿Dónde está Jess?), un niño cuyo hermano bebé ha muerto dice:

A veces, cuando hablo de Jess, mami llora.
A veces pienso que el que yo hable hace llorar a mami.
Mami sonríe. Dice que no debo sentir miedo de sus lágrimas. Puedo hablar de Jess cada vez que lo desee.

No haga del dolor un requisito. El rabino Earl Grollman, quien escribe acerca de los niños y la muerte, cuenta una historia encantadora sobre una familia preocupada porque su hijo menor no se sentía triste cuando murió su abuelo. Finalmente al rabino Grollman se le pidió que hablara con el niño. Cuando llegó al centro del asunto, los sentimientos del niño salieron a la superficie. “Solo lo vi dos veces”, dijo el nieto, “y las dos veces tenía mal aliento”.

Deje que su hijo se despida. Asistir a un funeral es una manera de hacer esto. Mi funeral más memorable fue cuando tenía 16 años de edad. Fue memorable porque no fui. Cuando tenía 5 años, me enamoré de Stevie Thomas, quien tenía 4 años. Stevie se cambió lejos al año siguiente y, cuando volvió, yo tenía 16. Lo reconocí en el pasillo de la secundaria y conversamos con la torpeza tierna de aquellos que comparten recuerdos muy jóvenes. Al verano siguiente, Steve trató de cruzar a nado un lago local. Nunca lo logró. Se ahogó. Su funeral se realizó en la iglesia grande que quedaba en el callejón que cruzaba mi casa, pero nunca había asistido a un funeral, y supuse que eran terribles y aterradores y que había que evitarlos a toda costa. Sentía miedo de llorar y no quería que nadie me viera llorar. Por lo tanto, mientras se realizaba el servicio, me puse mi traje de baño y lavé el automóvil de mi padre en el patio trasero, mientras escuchaba la música del funeral y dejaba que mis lágrimas se mezclaran con el agua de la manguera. Durante años, me arrepentí de no haber asistido al funeral, pero era joven y nadie me dijo nada sobre despedirse. En su libro Grief (Dolor), Ed Vining escribe:

Las visitas, como las juntas familiares y de amigos, corresponden a la liberación social del cuerpo, el funeral es la liberación espiritual y el entierro es la liberación física.

Los funerales no necesitan ser atemorizantes. Cuando mi madre falleció el año pasado, sus restos se colocaron con dignidad sobre uno de sus mejores edredones. La música fue una adaptación de sus himnos favoritos y el sermón fue la historia de su vida en el campo. Sus álbumes de recortes, completados con servilletas que coleccionó durante 30 años, se mostraron en atriles de modo que las personas pudieran hojear los recuerdos. Al final del servicio, sus dos nietas pasaron por la congregación con una canasta llena de claveles, suficientes para que cada persona se llevara uno a casa. Cada una de las nietas tuvo la oportunidad de colocar un pequeño recuerdo en el ataúd, para que se creme con ella. Usamos el funeral para decir adiós, y se transformó en un recuerdo valioso y reconfortante.

Decir adiós hace que la muerte sea menos atemorizante y el dolor más aceptable. Los niños pueden decir adiós a alguien que aman de muchas maneras. ¿A su hijo le gustaría dejar una fotografía en el ataúd? O quizás, ¿hacer una grabación de recuerdos personales? (un niño puede aceptar fácilmente la idea de que “la abuela no puede escucharnos como antes, pero hablarle nos ayudará y es una forma en que podemos mantener su recuerdo vivo”). O quizás, a su hijo le gustaría escribir un mensaje, introducirlo en un globo, llenar el globo con helio y soltarlo en el cementerio.

Una despedida con globos, que ocurre con frecuencia en los funerales de niños, llena el cielo con colores brillantes. Una niña de 8 años se paró en la tumba de su padre unas cuantas semanas después de que él falleció y le dictó un mensaje a su madre, quién lo escribió con un rotulador en un globo rojo. El mensaje decía: “Querido papá, te quiero mucho. Eres el mejor papá de todo el cementerio. Siempre te querré”. Leyó el mensaje en voz alta a su padre y al mundo y luego soltó el globo hacia el cielo.

Es posible que los niños más grandes quieran llevar un diario, escribir poemas o hablar en privado con una grabadora. Cualquier obra de arte, poesía o cinta se puede poner en el ataúd o se puede llevar al cementerio después y enterrarlo en el pasto. Después de que nuestra hija de 19 años presenciara el asesinato al azar de la persona con la que salía en el estacionamiento de una tienda de abarrotes, ella escribe en un diario todas las noches. Dos de sus poemas se publicaron.

Pasar el duelo juntos. Las familias que aman juntas también viven el duelo juntas. A continuación se presentan algunas de las preocupaciones principales que tienen los padres que desean “estar ahí” para sus hijos.

¿Debe un niño asistir al funeral?

La mayoría de los que trabajamos con el duelo creemos que sí. Aunque nunca se debe forzar a un niño a asistir, ellos necesitan saber que pasará y cómo se reunirá la familia para decir adiós. Los niños necesitan ser parte de los eventos que son importantes para sus familias.

Ver el cuerpo puede ser una tierna experiencia de aprendizaje y no tiene que ser atemorizante. En un funeral reciente, vi a una madre llevar a su hijo de 7 años al ataúd de su abuela. Ella le dijo como el director de la funeraria había limpiado cuidadosamente el cuerpo y lo había llenado con un líquido especial de manera que siempre se viera así. La madre le contó acerca de lo fácil que era ver que el cuerpo no estaba trabajando. Lo que estaba aquí es como un caparazón, un cuerpo que la bisabuela usó y disfrutó.

El preguntó cómo se sentía el cuerpo de la abuela, y su madre le explicó que se sentiría frío y sólido. Pidió que lo levantara y luego frotó suavemente la mano de su bisabuela. Preguntó por qué el ataúd se abría solo en la parte superior y el director de funeraria le explicó la razón de esto.

Vi como el niño volvió solo, se paró al lado de su bisabuela y llevó a un primo a verla. Le dijo a su primo exactamente lo mismo que su madre le dijo, y conversaron. Se instó su curiosidad natural, se respondieron sus preguntas y ya que los padres estaban cómodos, ellos también lo estuvieron. La muerte no era algo a lo que temer y un funeral no era algo que había que evitar.

En el mismo funeral, la madre de dos niños, de 9 y 11 años, no quiso mirar a su abuela. Ella dijo que el único funeral al que tuvo que asistir fue al de una amiga, y se la imaginaba a ella en el ataúd. Finalmente aceptó ver el cuerpo de su abuela, pero solo después de que sus hijos pasaron mucho tiempo sentados solos en una sala de estar contigua…y solo después de que se habían dado cuenta de su temor. Más tarde, fueron a la sala de visitas, se quedaron en la parte de atrás y miraron a escondidas el cuerpo cuando su madre no estaba viendo. Luego, desaparecieron con su padre en otra habitación donde podían ver fútbol en la televisión. Dijeron que no tenían preguntas.

Una forma de tratar con la incomodidad en la funeraria es pedir su propio tiempo para decir adiós. Si no desea estar solo, pídale al director de la funeraria, a un pastor, a un orientador o a un buen amigo que lo acompañe. Llore cuanto sea necesario, tranquilícese y luego póngase cómodo con el cuerpo y el ambiente del funeral de manera que pueda estar disponible para su hijo. Intente pasar un tiempo solo en silencio con su hijo, ver el cuerpo y responder preguntas.

Si su hijo es categórico al no querer asistir al funeral, ofrezca opciones para garantizar que tenga todas las oportunidades para decir adiós y compartir sentimientos. Los niños que no asisten necesitan recibir cuidados en un entorno afectuoso y no recibir críticas por su decisión.
Necesitan recibir muchos abrazos y que se les inste a decir sus propias despedidas a su manera.

¿Cuál es el mayor temor de un niño? Incluso los niños que no están de duelo tienen el gran temor de ser abandonados. Cuando el hermano de Katie estaba muy enfermo, Katie preguntó a su madre si él iba a morir. “Esperamos que no, Katie”, respondió su madre. “Pero recuerda, incluso si eso sucede, tú, tu padre y yo seguiremos siendo una familia. Estaremos tristes por un tiempo, pero estaremos bien”.

Recientemente, Bambi reapareció en las pantallas de cine. Un grupo local de padres recomendó que los niños no la vieran porque los atemorizaría la escena cuando la madre de Bambi muere.“La muerte de una madre es el mayor temor de un niño”, indicó el grupo, “y esta película fomenta ese temor”.

“¡Tonterías y absurdos!” Respondí.“El mayor temor de un niño es el abandono, y el padre de Bambi llega inmediatamente, haciendo saber a Bambi que alguien cuidará de él. A Bambi se le permite estar triste, y puede expresar su amor por su madre”. Los niños de luto por la muerte de un ser querido necesitan saber que no estarán solos ni tendrán que arreglárselas solos.

¿Qué reacciones típicas pueden ocurrir? En los niños menores probablemente pueda haber alguna regresión comprensible. ¿Cuántos de nosotros no se acurruca en posición fetal cuando se arrastra a una cama tibia después de una tristeza? Ahora es el momento para los abrazos adicionales, que le reafirmen que la tristeza es normal y de tener la confianza de que vivir el duelo es algo que les pasa a todos tarde o temprano.

Earl Grollman, en su excelente libro Explaining Death to Children (La explicación de la muerte a los niños), señala las posibles reacciones para niños de 6 años en adelante. Estas reacciones también se aplican a los adultos.

  • Negación: “Si finjo que no sucedió. No dolerá tanto”. Malestar corporal: “No puedo respirar”. “No puedo dormir”. “No puedo hacer mis tareas”.
  • Rabia con el fallecido: “¿No me quería lo suficiente para seguir viviendo?” Culpa: “Se enfermó porque yo era travieso”.
  • Rabia hacia los demás: “Es culpa del médico”. Reemplazo: “Tío Ben, ¿realmente me quieres?”
  • Adoptar gestos del fallecido: “¿Me veo como papá?” Idealización: “¡No digas eso de mi abuelo! Él era perfecto.”
  • Ansiedad: “Me siento como la abuela antes de que muriera. Me duele aquí”. Pánico: “¿Quién mecuidará? ¿Qué pasa si mi madre muere?”

Como indica el autor Robert Kavanaugh, para ayudar a nuestros niños a superar la muerte y el duelo, “Los Volkswagen hacen el mismo trabajo que los Cadillac”. Cuando se les entrega amor, apoyo y respuestas simples a sus preguntas, cuando se tiene presente que estamos dispuestos a caminar con ellos y guiarlos en el duelo, nuestros niños nos pueden sorprender con la manera en que entienden la muerte y superan el duelo. Depende de usted quitar el velo negro de la imagen de la muerte y dejar entrar algo de sol.- Mothering Spring

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